El asma es un síndrome que engloba diversos fenotipos clínicos. A su vez, cada fenotipo puede dividirse en varios endotipos con patrones biológicos concretos. Los fenotipos y endotipos pueden variar con el tiempo y ello hace que los biomarcadores que podemos medir en el asma puedan ser también cambiantes.
Según el Instituto Nacional de la Salud (INSALUD), un biomarcador se define como "una característica que es objetivamente medida y evaluada como un indicador de procesos biológicos normales, procesos patogénicos o respuesta farmacológica a una intervención terapéutica". Los biomarcadores, por tanto, pueden ser células, citoquinas o cualquier molécula, como el óxido nítrico exhalado (Fractional Exhaled Nitric Oxide FENO), que muestran la situación biológica de una enfermedad y abren la puerta a la aplicación de una medicina personalizada.
Los principales biomarcadores que podemos emplear actualmente en el paciente con asma son:
Los eosinófilos pueden obtenerse tanto en sangre como en esputo o muestras de biopsia bronquial o lavado broncoalveolar, aunque estos últimos se obtienen mediante procedimientos invasivos, lo que limita su uso.
Las estrategias actuales del manejo de asma grave incluyen usar biomarcadores para el diagnóstico y el fenotipado así como para la toma de decisiones terapéuticas. Disponemos de diversos biomarcadores para el asma grave con Th2 alta pero existe una clara necesidad de biomarcadores para el asma con Th2 baja.
Método sencillo y no invasivo para determinar la actividad epitelial y la inflamación eosinofílica. Niveles menores de 25 ppb parecen excluir inflamación Th2 y, al contrario, niveles superiores a 50 ppb parecen demostrar inflamación eosinofílica Th2.